domingo, 17 de diciembre de 2017

Epitafio de " La Niña Buena"


Yo siempre he sido una niña buena:

Obediente, tranquila, respetuosa,
diligente, sensata,
amable, servicial...

Según aquel patrón que se supone
que deben de seguir las niñas buenas.

Esas que van al cielo después de que han pasado
su existencia en un limbo
de luz desangelada.

Que nunca han conocido la emoción de tener
medio pie sobre el borde
tentador de un abismo.

De seguir tras la estela
de un cometa de ruta impredecible.

De atreverse a mirar
a los hombres que tienen la pupila
fúlgida y acechante
como si fuesen gatos de ojos esmeralda.

De vivir sin más reglas
que aquellas que te salen del fondo de las tripas
y del rincón recóndito
en que anida en silencio
toda la insensatez del corazón.

Que nunca han degustado 
 el placer de existir 
sin tener que nutrir con su sustancia a otros. 

Estoy ya muy cansada de pensar en los otros,
de cuidar de los otros,
de sufrir con los otros,
de buscar en los otros
la propia identidad,
el reconocimiento
de la propia valía.

De sentir que los otros
piensan que es así como debe de ser,
que tú no necesitas nada más,
ni un gesto por su parte,
para sentirte satisfecha y plena

Hoy sé que he vivido
la vida de los otros

Hoy tengo muchas ganas
de pensar solo en mí,
de comerme el pedazo
de pasión o desdicha que me toque
a grandes dentelladas.

De volverme por fin una rebelde,
que no sabe de normas,
toda una buena pécora
una excelente puta,
una niña malísima...

De esas que se mueren y que van
de cabeza al infierno ,
con el cuerpo gastado,
el alma hecha girones
y la alegría intacta.

Sabiendo que vivir,
aunque a ratos dolió, valió la pena








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