viernes, 18 de marzo de 2016

Calma chicha



Me gustan  las tormentas.

La fiera compulsión con que las nubes
nos cuentan  sus conflictos y  se inclinan
a  resolverlo todo con luz y con taquígrafos,
aparatosamente

Es una bendición acurrucarse
en un rincón   a oscuras a esperar
que descargue por fin el aguacero
y la tensión latente   se disuelva.

Después sabes que el  aire
habrá de ser más limpio  y más balsámicos
sus fragantes aromas  , sazonados de un punto
de voluptuosidad.

Y    el    cielo más azul y más dispuesto
a dejarse embaucar por las argucias
del fulgor y su corte de arcoiris que  invitan
a  dejar  que prospere la esperanza.

Me gustan las tormentas,
tanto como aborrezco el forcejeo
de los sordos rumores intestinos
del existir , que pugna
por acallarse 
ahogando
los ínfimos vestigios de risas que nos quedan.

Que alrededor el mundo
rumíe sus tormentos y consiga venderse 
 como balsa de aceite porque así lo aparenta 
y   siga  son su inercia rutinaria
 de girar por girar  sin inmutarse.

Mientras todo por dentro
se conmueve y tirita.

 Y va desmoronándose  estrepitosamente.