Nunca conviene hacerse
demasiadas preguntas.
Es mejor contentarse con dejar
que la mirada vaya resbalando
sobre lo obvio ,
sin profundizar
en qué angustia o qué duda
sobre el aire levitan .
Habrá que acostumbrarse
a ver pasar delante de los ojos
los fantasmas del tiempo
sin acusar recibo.
Dejarlos resbalar
como quien ve caer la lluvia mansamente
detrás de los cristales
sin reparar en cómo va dejando
el paisaje impregnado de tristezas.
Es peligroso hacerse
demasiadas preguntas
en un mero ejercicio dilentante
de cultivar cinismo,
y aún más
cuando ya se conocen las respuestas.
Se impone la estrategia milagrosa
de la estupefacción autista en la burbuja
del buen sobreviviente.
Hoy por hoy, lo sensato se reduce
a no pensar si habrán
o no otros mañana.
A respirar , a ver volar los pájaros
y a agradecer la vida.
A fabular que ayer
acaso en un momento luminosos
te sonrió la suerte.
E incluso
, sin saberlo,
quizás fuiste feliz