domingo, 9 de febrero de 2020

Plenitud sonora




Ahora , que ya miro con la pupila clara
del que ha visto espectáculos de todos los colores
es cuando más valoro los predios interiores
que me habitaban dentro sin que yo lo notara.

Por más que haya escuchado los pájaros cantores
que celebran la aurora en lúdica algazara
incendiada de arpegios , en nada se compara
al trinar en mi pecho de mil y un ruiseñores.

Vuelvo, pues, a mi origen, , al refugio secreto
de mi isla volcánica , en dónde redecora
mi alma sus  cenizas según mi azul boceto.

Fantaseo que en ella alcanzo la utopía
de que mi voz encuentra su plenitud sonora
y que toda la música que hay en el aire es mía.

Enigma


No me preguntes por qué
existimos, con frecuencia  
me  lo inquiero y en conciencia
me respondo :“No lo sé”.
Aunque haga el paripé
de ser experta y corrida
en el duelo con la vida,
lo cierto es que el tiro erré
y solo puedo dar fe
de la hondura de su herida.

De la hondura de su herida
¿ Quién hay que no esté informado?
Y del regusto salado
que en las lágrimas anida.
Encontrar una salida,
obligación del sufriente,
no obstante , no es algo urgente
porque más pronto que tarde
se acaba la cera que arde
para todo ser viviente.

Para todo ser viviente
a  sufrir acostumbrado
llega el día señalado
en que su final presiente.
Entonces, inconsecuente,
parece que no le aterra
continuar en esta guerra
y, aunque doliente confeso,
con la fuerza un poseso
a su existencia se aferra.

A su existencia se aferra
el que su fin ve cercano,
que  fiel su instinto humano
todas sus dudas destierra.
Admite que no   soterra
más verdad que el exigir
a lo vivo resistir
y en esa obviedad consiste
el prosaico enigma triste
del sentido de existir.

Fulgor sonoro


Quiero creer que cuando ya no exista
ni una mota del polvo que ha servido
para darme la forma que he tenido,
algo esencial de mí habrá que aún persista.

Quizás no un alma etérea, a la conquista
de un paraíso eterno prometido,
demasiado perfecto, no asumido
por mi naturaleza de cínica nihilista.

Pero sí acaso aquella  ínfima estela
de alegría y amor , que fui dejando
a base de vaciarme en versos y canciones.

El eco de una voz , que acaramela
los silencios nocturnos  , perdurando,
tenue fulgor  sonoro , entre constelaciones.





Locura imprescindible



¿Bajo qué estrella exangüe y sin oriente
de la constelación del desconsuelo
me ha tocado nacer y quiso el cielo
que luciese patética en  mi frente ?

Aborrezco el sendero recurrente,
empedrado de angustia, rabia y duelo
que debo transitar , en el que suelo
quedarme empantanada diariamente.

Es por eso que a veces imagino
que existe un universo a mi medida
con un rostro de gesto más amable.

No es locura, es solo un don divino
con   el que  exprimo a ratos de la vida
ese sorbo de dicha indispensable.