sábado, 24 de agosto de 2024

Depredación



 



Hoy me he levantado

con el firme propósito de ser

algo más que unos dientes

y un tubo digestivo.


No resignarme al rol

de ser que ve la luz para entregarse

fatalmente a su instinto de ser depredador

con tal de un día más llegar hasta la noche

siendo un sobreviviente.


Cuesta mucho zafarse

de ese estigma animal con que el obliga

con fuerza un adeene


Solamente nosotros,

felizmente, podemos evadirnos

a base de poemas.


O no...


A veces desvarío

y me pregunto

si acaso habrá algún pulpo que componga

fosforescentes odas incendiadas

de electrizante ritmo polimétrico

a una estrella de mar.


O si canta el jilguero para ver

si enrojece la hoja

o si tirita

aunque no sople el viento...


Probablemente

no lo sobremos nunca


Pero estoy segura que de estos prodigios

-y otros más que no logro imaginarme-

rebosa el universo.


Yo no pretendo descifrar enigmas

que superan mis límites.


Solo aspiro a lo humilde

y a lo fácil.

A autodepredarme.


A descubrir lo ruin

de mi naturaleza mineral,

a exprimir lo doliente de mi materia oscura,

a alambicar su esencia descarnada

y,

verso a verso,

llegar a trascenderla.


Babel del Trino


 

Ya no cantan los pájaros.


Ya no llega la alondra mañanera

a pregonar la luz en mi ventana.


El verderón, que en tiempos me enseñó

la delicada ligereza lírica

que conviene a poema,

ya no encuentra en la rosa de los vientos

la dirección exacta

para llegar al nido que de espinas y pétalos

trenzó en mi rosal.


Y al jilguero de timbre entelerido,

cuya cadencia tierna le marcó

el ritmo al corazón,

lo ha ido enmudeciendo

el cansancio

- y acaso la prudencia...-


Ni siquiera se ven en el cielo ya garzas

de alba estela silente, que anticipen

alguna primavera.


Ahora

los pájaros me habitan.


De todos los plumajes y clamores,

son una Torre de Babel del trino,

entonan para mí,

y solo para mí,

todos a una,

su algarabía atroz de voces angustiadas,

diferentes,

vibrantes...

e inconexas.


Toca aprender

a bailar a ese aire e intentar descifrar 

qué virtud cabalística se oculta

tras de su desatino,

con cuya sinrazón hasta podría

enloquecer cualquiera.


Ya no cantan los pájaros


Hoy los pájaros viven,

todos juntos,

revueltos,

dentro de mi cabeza.


Fe de vida


 

Pesan

cada vez más los años.


Ese andar renqueante,

esta memoria flaca,

que apenas si recuerda ya la letra

de la canción antigua que te viene a los labios...


Esta extraña dulzura

que anega el corazón...


La vida no perdona,

siempre deja

su marca a sangre y luz sobre nosotros.


No es que duelan los huesos

ni que angustie

tener que contemplar en los espejos

cómo se desdibuja la hermosura

ni que aflija el derroche

de tantos buenos días

perdidos.


Atormenta,

más que nada, saber que creíste elegir,

que no fuiste capaz

de vislumbrar a tiempo la verdad,

que nadie

es en verdad tan libre como piensa.


Que solemos jugar con una mano

amarrada a la espalda

y de cartas trucadas, casi siempre,

se vale la existencia,


Resistir,

resistirse

a sentirte vencida,

se convierte en tu última victoria.


Y no dejar que opaque

el brillo en tu mirada la tristeza.

Canción última


 

Ahora

hay una extraña calma,

semejante

a aquella que dicen que precede

a las grandes tormentas.


Se diría,

que el corazón lo intuye

y se niega

a latir

-ni ¿para qué?-

como si doblegado bajo el peso

de un cansancio infinito

desistiese

del vicio de seguir con su tozudo

renquear palpitante

y malgastar así

sus ya menguantes fuerzas.


Mejor abandonarse

aceptar

que ya está amortizado,

asumir

su propia decadencia


En su desesperanza,

la quietud no parece una opción desdeñable.


Si él lo siente así,

a mí solo me queda aguardar que se abra

esa ultima puerta


Inesperadamente

una canción dulcísima se encarama a los labios,

será por la costumbre

de hacer de todo música,

y alienarme

envuelta en su rebozo,

será porque quisiera

se este modo tan mío despedirme

y al tiempo dar las gracias

por este don magnifico que nunca he merecido,

antes de que la voz de aire y agua

que me habita se calle.


Antes de sumergirme en el silencio

eterno que me espera.