Son
siglos de dejar que se marchiten
los
ojos de mirar cada penuria
e
injusticia del mundo y esa espuria
impunidad
con la que se repiten
De qué
puede servir que nos inciten
a
sentir como propia cada injuria,
cada
dolor del otro, si no hay furia
quemando
en las gargantas que lo griten.
Ha
terminado el tiempo comedido
de los
mansos, que elevan su plegaria
hacia
el cielo, buscando explicaciones.
Es
nuestra esta batalla y un sentido
tendrá
la vida si la necesaria
fuerza
hallamos en nuestros corazones.