Dicen
que río abajo
las
aguas son tranquilas
y que
resulta fácil
tumbarse
en la ribera repleta de frescores
y
olvidarse de todo aquello que no sea
la
alegría sencilla que convoca
el
canto de los mirlos.
A veces
no me entiendo...
No sé
por qué me empeño en resistirme tanto
a
dejarme llevar por la corriente.
Si todo
está perdido,
si no
existe
para el
guijarro gris otro futuro
que
quedar remolido y olvidado,
sobre
cualquier orilla,
pues
mejor cuanto antes...
Pero a
ver quién le quita al testarudo
el
placer de medirse cuerpo a cuerpo
contra
las aguas bravas.
Tiempo
habrá
de
reposar formando el lecho de los juncos.
Y de
pasar las horas moribundas
susurrando
a los peces de colores.
que
nadie ha de quitarle lo rodado