sábado, 8 de mayo de 2021

Everest


Subir sin descansar vale la pena...

Hay que atrapar las nubes

  • -me dijeron-


Hay que subir,

sin detenerse nunca,

es tan hermoso

contemplar el paisaje desde el punto más alto

y respirar un aire

tan puro y transparente.


Aquello solo era

un juego que invitaba

a la superación.


Y una consigna a escoplo

taladrada en tu frente

con la que afrontar una existencia

que tiende presentarse cuesta arriba.


Hay que subir...”

Subir sin descansar,

sin parase a mirar si te sangran las plantas,

si te falta el aliento,

o te siguen los pájaros.


Hoy soy la reina de los ochomiles...


Estoy a punto de alcanzar la cima

del Everest

y ni siquiera toco

el cielo con las manos,

ni a mis pies , rendida,

tengo la Tierra.


Es fuerte

la antigua tentación de dejarme vencer

por la debilidad.


Serme infiel a mí misma

y permitirme

derrumbarme.


Abrazar

ese descanso humilde y placentero

que  desde siempre está 

aguardando allá abajo.


martes, 4 de mayo de 2021

El Sol sobre la tapia


 

Creer en imposibles

es ganas de apostarse

la fe, escasa siempre, contra nada.


Por mucho que nos cuenten

las montañas no vienen a nosotros,

y aunque el mal,

- y sus frutos-

sí que pueden durar más de cien años,

el amor no es eterno.


Todo cambia,

lo vivo

huele a caducidad,

tenazmente,

detrás de cada esquina nos asaltan,

las rutas al otoño,

tras las estelas de las golondrinas

se va la primavera,

y sus rosas, por mucho que las mimes,

terminan deshojadas.


Es mejor dedicarse a cultivar

el jardín del olvido,

donde solo el aroma

a la felicidad de un tiempo pasado

permanece y conforta.


Llevar una existencia

plácida y descuidada,

apurando los dones del presente .


Vivir para cantar ,

como los pájaros.


Y para disfrutar,

como los seres simples

que gozan y celebran lo sencillo,

esos últimos rayos

de Sol sobre la tapia.


domingo, 2 de mayo de 2021

Aliento a incertidumbre


 

Ahí fuera,

lo sé

se impone el ruido


En este siglo de los despropósitos

se adora el exabrupto,

solo triunfan los gritos

y el cetro del imperio se le otorga

a los más entregados

a cualquier desmesura.


Aquí dentro la vida

se ha instalado en un clima de sosiego.


La soledad reinante

se vuelve en torno a mí un envoltorio

gentil , sin una arista,

y el silencio me mece

con placidez entre sus brazos mudos.


El polvo se me posa

y forma un velo

de olvidos y añoranzas,

sutil, sobre mis párpados.


Incluso el aire

se sofoca y circula de puntillas

por no turbar el tacto

de gasa del visillo,

 flambeante

 en  la ventana abierta


Entonces, cómo acude

y me sacude

la inquietud sin tener un fundamento

de precaución palpable.


Debe ser el rumor

de un antiguo presagio,

sinuoso, aproximándose a esta hora

de plenitud y miel,

embozado en la brisa,

la fuente original de mi desvelo.


El rostro desconchado

de la pared lo sabe

y la hierba tirita

al percibir su aliento a incertidumbre

tal como a mí me aguza

esta quietud de mármol

y seda mis instintos.


Tras de la calma llega hasta nosotros ,

inexorablemente,

otra nueva estación de las tormentas.

Aproximadamente




Echo en falta un color...,

un matiz de la luz,

una textura...


Alguna interjección

-de aquellas malsonantes-

un adjetivo prístino,

o un verbo palpitando con las ganas

de decir la verdad.


Pero todo es inútil...


Un dolor

sordo y sólido ,

enquistado

en el pliegue más íntimo de la dermis del alma,

no hay quien lo dibuje o lo defina,

ni aproximadamente,


Y así no hay manera

de encontrar la palabra con suficiente filo

para sajar

y aliviar los humores de su ántrax

o la oración,

a modo de conjuro,

capaz de exorcizarlo.


En consecuencia,

sigue ahí,

ineluctable ,

urente,

tenaz en su inhumana disciplina

de arruinarme mis días, huérfanos de horizontes,

y mis noches pulsátiles

para enaltecimiento

y gloria de su llaga.


Toca, pues, ignorarlo,

tratar de sepultarlo en las regiones

profundas del olvido.


Y esperar.


Solo el tiempo

puede sanar,

si nunca

le devuelve el aliento a los cadáveres,

hecha ceniza, al menos aligera

su carne putrefacta.


Echo en falta un reloj,

quiero contar

-aproximadamente-

cuantas eternidades torturadas

aguanto a malvivir sin derrumbarme.


Sospechando la cruda realidad:


Apenas la presencia indefinible

de mi dolor

-ahora es MI dolor-

pujante,

omnipresente

me abandone,

mi corazón,

absurdo y rutinario,

habrá de comenzar a echarlo en falta.


Como tú


 

Como tú,

sin un nexo,

sin precisar del tacto y el apoyo

de nada

ni de nadie.


No hace falta mucho

para sobrevivir:

una buena coraza disuasoria

-mejor si tiene espinas-

y el concurso del aire.


Ni resulta insensato

el renunciar al hielo, si te abrasa.


Es casi obligación

el someterse al signo

de este tiempo imposible y paradójico,

cultivar a placer la displicencia

del desapego autista

y renombrarlo

impulso libertario.


Si no fuese

por mi extraña querencia a compartir

mis risas y mis miedos

yo también lograría,

como tú,

aprender a ser lobo solitario.


A engañar el insomnio de mis noches

aullándole a una Luna indiferente

y bebiendo chupitos de tequila.


Mordiéndome

con saña

los labios

y apurándome,

de un trago largo y sobrio,

mi amargura.