lo sé
se impone el ruido
En este siglo de los despropósitos
se adora el exabrupto,
solo triunfan los gritos
y el cetro del imperio se le otorga
a los más entregados
a cualquier desmesura.
Aquí dentro la vida
se ha instalado en un clima de sosiego.
La soledad reinante
se vuelve en torno a mí un envoltorio
gentil , sin una arista,
y el silencio me mece
con placidez entre sus brazos mudos.
El polvo se me posa
y forma un velo
de olvidos y añoranzas,
sutil, sobre mis párpados.
Incluso el aire
se sofoca y circula de puntillas
por no turbar el tacto
de gasa del visillo,
flambeante
en la ventana abierta
Entonces, cómo acude
y me sacude
la inquietud sin tener un fundamento
de precaución palpable.
Debe ser el rumor
de un antiguo presagio,
sinuoso, aproximándose a esta hora
de plenitud y miel,
embozado en la brisa,
la fuente original de mi desvelo.
El rostro desconchado
de la pared lo sabe
y la hierba tirita
al percibir su aliento a incertidumbre
tal como a mí me aguza
esta quietud de mármol
y seda mis instintos.
Tras de la calma llega hasta nosotros ,
inexorablemente,
otra nueva estación de las tormentas.
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