Un tapiz de suspiros
voy tramado en las noches erizadas
de eternas duermevelas
entre los mimbres ásperos de mis resignaciones
y los hierros de punta
de mis íntimas penas
Un paisaje de grises y silencios,
en que todo
remite a mis carencias.
No me importa
haber ido perdiendo la figura
y el genio
y la manera
de derramar donaire por las plazas,
lo que en verdad me duele
es no poder contar con las presencias
que me fueron queridas
y ver en mi presente
medrar los desafectos,
presentir
que hoy ya casi nadie
me recuerda.
Sospecho
que a base de suspiros
me voy difuminando,
lo mismo que una sombra acaba confundida
con la niebla.
Lo sé,
también un día yo
habré de ser ausencia.
Es mi mayor anhelo
que nadie se percate.
Que ni siquiera un átomo
del aire desairado por mi desafección
suspire y se estremezca.