Por mucho que al mirar me transparento,
yo no soy de cristal, porque resisto
-cuarenta veces más de lo previsto-
que me traten sin mucho miramiento.
De no quebrarme hice juramento
y de tal estoicismo me revisto
que soy como las piedras, ni rechisto
por mucho que me hostigue el sufrimiento.
De acero debo ser mi piel madura,
la vida fue forjando con paciencia,
golpe a golpe, su sólida armadura.
Guarda dentro de mí esa quintaesencia
que aún se sabe llanto y que supura,
gota a gota, dulzor y resiliencia.