Descubrir
con horror
que te
están contemplando unos ojos que tienen
la
mirada vacía.
Comprobar
la eficacia
del
tiempo al ejercer su viejo oficio
de urdir devastaciones.
Sentir
como te agota
enfrentarse
a la náusea onmipresente
y
aceptar su costumbre.
Presentir
que ya
no quedan más penúltimas batallas
que
perder.
Aceptar
que de
poco te sirve enfangarte en las rutas
baldías
de la lástima.
Abrazarse
al
endeble baluarte de la resignación.
Acaso
resistir
a base
de saber rendirse a tiempo
y
aprender a no ver.
A no
sentir.
Ahora
entiendo al fin el modo en que mi madre
entiendo al fin el modo en que mi madre
miraba
a los espejos.