La
mudez,
esa
debiera ser ahora la virtud
digna
de una bienaventuranza.
El
ruido se ha adueñado
de las
ondas del éter.
Los que
hacen proclamas
de
lemas inmortales
que
nacen ya corruptos.
Los que
a voces pregonan
las
muchas excelencias del mercado,
que
siempre a los de siempre da dinero.
Los que
se desgañitan
intentando
lograr su minuto de gloria.
Los que
se publicitan, mostrando sus carencias
para
engordar su ego.
Los que
venden sus trápalas de humo...
Los que
escupen su odio,
los que
aclaman las glorias
de sus
dioses de barro,
los que
espantan sus miedos.
Todos
gritan,
en un campeonato demencial
para ver
quién consigue captar más atención
de una turba de sordos.
Y en
medio yo, aturdida,
tratando de enunciar de
manera discreta
mis
humildes verdades.
A viva
voz o en verso
ya no
sé qué más puedo añadir
que en
esta confusión
arroje
algo de luz.
Todo es
inútil
No hay
nadie que se entienda
con
este griterío.
Al fin
y al cabo
mientras
que el mundo gire, es lo esperable
que
cada loco siga con su tema...
Y así
andamos,
a vueltas, distraídos
con los mantras de siempre,
bien revueltos...
Y
juntos,
disfrutando
de la
vida, que existe
porque
al estruendo paga su tributo,
en este
irredimible,
rodante
manicomio.
La
mudez es ahora
la
virtud de los cuerdos.