Hoy sé
que aunque no quiera
me
toca , verso a tópico,
lo
típico,
contarme
nuevamente
Que
tengo que airear
la
aprensión con que siento
que me
voy diluyendo cómo un azucarillo
en el
café amargo
que me
toca beberme cada día.
Apenas
si me llega mi dulzor
para
disimular
que la
vida pretende dejar sobre mis labios
los
sabores acíbares y oscuros
de la
desesperanza y la tristeza.
No sé
qué impulso agónico
de
emoción exprimir de mis venas resecas
ni que
última gota de pasión ordeñarme
de mi
alma extenuada...
Pero
existir,
en la
ferocidad
del instinto
implacable de la supervivencia,
sigue
exigiendo a diario
su
ración esencial de verso y de ilusión.
Ya veré
la manera de expoliarme mañana
las
cadencias risueñas que duermen en mi aliento.