Estas horas en calma,
en que el aire es apenas el único consuelo
que los cielos permiten sobre las orfandades
de los días sombríos,
son carne de preludio.
Después arribarán tiempos endrinos
en los que el rito pide
vaciarse los humores en una conjunción
de carne y de puñal.
No sé si me apetece
seguir emasculándome.
De siempre ha sido triste la liturgia
de mis lamentaciones
sobre los muros sordos de mis penas sabidas.
Ahora que el latido
me devasta y me aboca
a enfrentarme a mi ruina de sangre coagulada
¿ Qué más puedo ofrecer para aplacar
la ira de los dioses, la indolencia
brutal y despiadada de la vida?
El morbo sin tapujos de los hombres
¿Qué víscera humeante,
que rendición indigna,
que lágrima callada sería suficiente
para calmar su hambre inagotable
y su necesidad
de hozar como los puercos?
No sé si sale a cuenta
apostar tanta piel y tan endeble
para no redimirse.
Porque yo sé que todo está ya escrito
y se acercan los días del quebranto
y la serenidad.
Mejor cerrar los ojos,
guardar tras de los párpados los destellos indemnes
de lo poco que importa .
Y evocar el sonido de la lluvia
mientras lloras tus duelos para adentro.