De cerca
-y sin más filtros ni tamices-
sangran los ojos,
duele
tener que ver de frente el crudo testimonio
de tu derrota.
Resulta imperativo
rechazar
lo real, pues solo muestra
la carcasa
exterior, tan decadente,
que nunca
hace justicia ni retrata
lo que se va
ganando con los años.
Mejor tomar distancia y observarse
desde la indiferencia
cegadora
con la que los extraños nos
contemplan.