martes, 2 de febrero de 2021

Tras el último gorrión

 



Voló.

Persiguiendo las alas del último gorrión

que se marchó siguiendo la estela de lo cálido,

el soplo que quedaba aún tibio del otoño

se fue sin avisar.


La ciudad tiene

la piel acorazada contra las inclemencias,

y no puede pararse por estas nimiedades.


Blindados contra el frío hasta los dientes,

apenas si lo notan,

no pueden detenerse a reparar

en tales sutilezas

todos los transeúntes, que van ensimismados

persiguiendo huidizos pensamientos

y corren porque llegan

ya tarde a su trabajo


Sólo el sauce,

sus ramas desvestidas, añorantes del trino,

imagen de lo lánguido

y de lo inconsolable

y yo ,

a solas con mi frágil

y tierno corazón desconsolado,

aún más desvalido y más desnudo,

experto en abandono sin adioses,

supimos descifrar y dar sentido

a que el aire tuviese distinta gravedad ,

que llegase preñado de suspiros

y oliendo a crisantemos.


A esa diferente densidad

del rumor aterido

que reinaba en los parques.


Lo tenue suele ser

el preludio perfecto

de lo más inquietante y es mejor acallarlo.


Un color a zozobra y a tristeza

se adueñaba en silencio de la tarde.



Poco importa






No me importa,

lo cierto

es que, aunque haya veces que proclame

que sí,

no me interesa

lo que pase en el mundo,

que se pare o que gire

que llueva o que se sequen todos los manantiales,

que se evapore el aire o que el Sol ya no alumbre,

no me importa.


A qué vivir en vilo

pendiente de si es todo

el mismo absurdo, idéntica incongruencia

carente de sentido, cuando yo

no he de poder cambiarlo.


Solo puedo sufrirlo

con espíritu estoico,

como aquel que contempla una mala película

desde la lejanía.


Si pudiera sentirlo

a través del murmullo amedrentado

del agua del torrente,

del tembor en la hierba, de la angustia que late

en el canto del pájaro,

acaso consiguiera percibir

esos presentimientos inquietantes

y unirme a su congoja.


Pero es que soy un ser que sobrevive

a base de ignorar lo que le duele...


Y de ir conjugando

el presente imperfecto, tan pródigo en urgencias,

que ordena cada día.


Total, si he de morirme...

es mi destino,

lo mismo que el de todo lo que medra.


Y quizás que colapse

es lo que trajo escrito el universo

en su código fuente.


Que después se reinicie

y todo acabe siendo

algo menos brutal e incoherente.


O que no...

Poco importa.


Memento verde

 


En mitad   del jardín

antes había un viejo y retorcido

sauce llorón ,

un árbol

cuya enorme copa melancólica

le daba un cierto aire

romántico y solemne.


Debajo de sus ramas

me gustaba sentarme por las noches

a contemplar el cielo y a escuchar

los runrunes ahogados,

delatores

del bullir de la vida ,

que acababa

por contagiarme su imperioso acento,

hasta fluir pausado por mi sangre

haciéndome soñar que ,de ponerme,

podría transcribir la partitura

de su polifonía.


He imitarla en mi voz.


Y a regalarle

a una brisa absorta los oídos

con su gorjeo ingenuo y descuidado.

*****

Antes había un sauce …

y un jilguero

que regresaba cada primavera

cargado de canciones

a la querencia amable de su nido.


El sauce ya no está,

ni sabe el pájaro

a qué hogar volver ,ni dónde debe

desgranar sus arpegios .


Yo también

estoy desubicada.


No es el mismo

el jardín,

y no encuentro

lugar en que poner mis sueños al relente

bajo una vigilante Luna llena,

ni donde abandonarme

a sentir aflorar mis armonías,

esas que en los días que no están muy nublados,

me rebullen por dentro.


*****

Ya no me quedan muchas primaveras

por malgastar,

acaso

es por eso por lo que me parece

Marzo más luminoso,

más espléndido Abril

y Mayo más risueño y encendido

de fragancias torcaces.


Yo no sé

si volverán las mismas golondrinas

que ayer supieron ser

alegres precursoras del verano,

pero doy por seguro

que los días no vuelven.


Golosamente absorbo

por mis poros abiertos

de par en par

la esencia

de las pequeñas cosas

y bendigo

cada sencillo don elemental

que la vida me ofrece .


Esa solicitud

con que te envuelve el aire los días soleados.


Esa sensualidad

casi concupiscente, voluptuosa,

con que la piel se entrega a la caricia mínima.


Ese inmenso placer

con que degusta el alma ensimismada

el sorbo diminuto e impagable

de la felicidad hecha tibieza.


*****

El sauce ya no está,

ni está el jilguero,

solo yo sigo aquí , algo más triste,

mucho más sola,

más infinitamente agradecida

de seguir respirando y añorando

los antiguos verdores

y los trinos añejos que el viento se llevó .


Aunque quiera la vida únicamente

que continúe aquí

para evocar al pájaro,

para desactivar con música nostálgica

las horas vespertinas,

que rezuman

infinitas tristezas.


Para suplir del árbol

el llanto silencioso y vegetal

en su oficio poético,

puro memento verde.


Para ser el testigo y el juglar

que cantando su copla entre suspiros

da fe de cómo duelen las ausencias.