No
caben
las
certezas, las dudas, los temores...
Es el
dolor tan hosco
y tan
exiguo el pecho
que no
caben,
escapan raudamente ,alborotando el cielo
como una desbandada de enloquecidos pájaros.
escapan raudamente ,alborotando el cielo
como una desbandada de enloquecidos pájaros.
Bulliciosos profetas
de un
amotinamiento salvador
nacido
en el abismo.
Música
fraudulenta para sordos,
quimera
de arrobados,
viajan
creyendo
en el milagro de un oído
que
sepa descubrir tras los rumores
del
silencio su rastro redentor.
Han de
llegar,
después
de atravesar tantos vacíos,
hasta
ese espacio extremo y calcinado,
sin
memoria de un hombre
ni la
huella de un dios.
Escucharán
en éxtasis las piedras
su
voz, que suena exhausta
como el
postrero canto de los cisnes.
Y en
el cielo violeta de la tarde
se
encenderá un nuevo resplandor.