El
silencio se abate como un cuervo
sobre
la presentida
agonía
cruenta del crepúsculo.
Los
tiempos de las vísperas hallaron
dentro
de él su amparo por sorpresa.
Su
sereno latido es el más dulce
madrigal
a las sombras.
El
rumor de su sangre es el arrullo
en el
que las palomas se solazan.
La sola
evocación
del
enmudecimiento y su serena
virtud
esplendorosa ,
convoca
sobre el cielo al esperado
lucero
,
fulgor
puro ,
semejante
al destello de una lágrima,
que
apagará esta hoguera de la tarde
que nos
devora.
Exangüe,
consumida,
fugaz
como una estrella que se extingue
con su
deseo intacto,
el
camino le dicta su andadura
de
nostalgias y hastíos.
Porque
la noche debe cobrarse su tributo
en desnuda verdad y en soledades.
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