Ya lo
sabes,amor,
no me
hagas caso,
a mí
esto de sentir intensamente
y de
andar desviviéndose por alguien,
me
gusta porque sirve
para
poder hacer literatura.
Me temo
que he nacido
para
vivir estando dolorida,
de la
piel al cabello
de la
sangre a las uñas
de puro
apasionada,
por
eso, si me dejan,
elijo
como cruz de mi suplicio
y de mi
redención
el
enamoramiento.
Qué
insidiosos,
qué
refinadamente agudos y sutiles
son
esos alfileres de la duda,
De qué
modo tan cruel
se
clavan en mis sienes
y me
inspiran
una
balada a base de suspiros
en mis
noches en vela.
Qué
abrasantes
y
gozosas las horas
en que
vuelve mi fe
y creo
que completo a mí me perteneces.
Qué largos los minutos
Qué
arrasado
ese
bendito instante
en el
que al fin te tengo frente a mí,
notando
que tu aliento me desea,
gozando
las caricias de tus manos
y los
besos sedientos de tu boca
y al
fin nos reunimos
en uno
como
hacen
los más
desenfrenados
y más
tiernos amantes.
Después,
cuando rendidos
dejamos
que el sopor, que nos sorprende
felices
y abrazados, nos vaya adormeciendo,
llega
el placer mayor.
El de
idear los versos de satén
y
llamarada con los que , al contarlo
se
perpetúe tanta vehemencia.
Para que la emoción de conocernos
tú y yo,
materia viva,
capaz de florecer en un nosotros,
trascienda
y ya no sea
breve flor de un momento.
Yo soy de los que existen, sueñan, ríen,
sufren y aman
para poder hacer Literatura...
Pero nada me invento.
Discreta y sobriamente,
mi palabra
apenas se limita
a contar mi verdad .
A desgranar en rojo
sobre el blanco, que todo lo soporta,
de un callado papel,
la fruta azucarada,
prieta
y madura
de mis sentimientos.
.