Después de pelearse, tan a brazo partido,
con la vida, hasta el borde del desfallecimiento,
¿Quién hay que no ambicione recobrar el aliento,
mientras dentro del pecho se aquieta su latido?
Yo le mantuve el pulso, pero que lo he perdido
hoy me predice el aire con su temblor friolento,
y, si no es ahora, ¿Cuándo será el momento
de iniciar el regreso hasta el calor del nido?
Allí donde el rumor de un mal presentimiento
lo acallan los arrullos , donde no existe un ruido
que distriga al espíritu y florece el olvido
benefactor, que ignora cualquier resentimiento,
En el que abandonarnos al ensimismamiento
y volver a soñarnos los que habíamos sido.
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