domingo, 22 de agosto de 2021

Cercanía

 


No te me pongas máscaras, rehuyo

todo lo que presiento que remite

a la simulación y no trasmite

la esencia más genuina de lo suyo


No me gusta jugar al escondite,

al perseguir la pista del murmullo

ocurre que a menudo me aturullo

y me acabo perdiendo en el envite.


Prefiero tener tratos con la gente

que me mira a los ojos bien de frente,

llevando su sonrisa por delante .


Que anda por la vida al descubierto,

haciendo de mi mundo un lugar cierto

 y, por cercano, más apasionante.

En el altar del tiempo

Amor,

qué decepción tan grande 

y tan doliente

acaba por ser siempre la existencia.


Vivir con tanto afán,

para, al final , sentir

cómo se nos escapa lentamente

la vida , arena y agua, entre los dedos.


No queda del ayer

más que algunos retratos desvaídos

y unos cuantos recuerdos sublimados,

teñidos de nostalgia en la memoria.


Quemamos nuestras naves

y nuestras ilusiones

en el altar inhóspito del tiempo.


Si hasta el AMOR

amor,

que quisimos escrito con mayúsculas,

y años atrás soñábamos eterno,

se vio obligado a arder,

mudó en cenizas,

¿ Ahora que nos queda?


Solo rogar diluvios y esperar

que su turbión furioso encubra nuestro llanto.


Mientras, piadosos, llegan

el olvido y la muerte a darnos a los tristes

su radical consuelo.


El Día de la Furia


 

Desde los cuatro puntos cardinales

se eleva un rumor sordo,

subrepticio,

que perturba a las bestias.


Pero la especie humana

se ha acostumbrado al ruido

y ya solo percibe el que produce

el correr del dinero.


Quien tenga oídos para oír,

que escuche.


Está cansado el vientre de la Tierra

de su papel de madre,

de entregar, generoso, sin recibir a cambio

más que depredaciones.


El desprecio infinito que escupimos

hacia el cielo, imprudentes,

hoy nos cae en el rostro.


El Día de la Furia

tenía que llegar.


No hay otra manera, por desgracia,

de que vuelva a encontrar el equilibrio.


Y no nos engañemos

con la leyenda urbana de que existe

la justicia poética.


No detiene su brazo ejecutor

ni el llanto de los niños.


Ha llegado la hora en que el prudente

debe encender sus lámparas.


Manteneos alerta,

vigilad

la huida en desbandada de los pájaros.


La mirada ambiciosa de los cuervos.