Esta
inutilidad ,
esta
arrogancia
que
finge la mirada que se tiende
a lo
largo de la quietud insípida
del
instante
y
contempla
la
elegancia exquisita con la que se desliza
tu vida
hacia la nada
es,
ahora lo sé,
mi
derrota mayor
y más
definitiva.
Reconocerme
sola,
habitando
en el páramo
de los
más solitarios y los tristes.
Sin
nadie a quién mirar
de ojo
a ojo
en la
profundidad de los afectos
y las
complicidades.
De los
secretos que tras de los párpados
guardan
su regocijo para luego,
de
sueños que se sueñan felizmente
a dos y
compartidos
de las
penas
que
reclaman a dúo
aliviarse
en sus lágrimas.
Sin
estrella a la vista
que
consienta en prestarle a tu pupila yerta
un
destello de luz.
Sin
ningún universo imaginario
al que
ir a buscarla.
Da
igual
cerrar
o abrir los ojos...
Son
todos los paisajes
lo
mismo,
el fiel
reflejo
de un
corazón
vencido
y un
alma que está ya a punto de rendirse.
Lo que
nunca pudieron
la
aspereza,
el
miedo
ni el
dolor
lo está
logrando la desesperanza.