Me resultan hostiles las mañana.
Hay demasiada luz.
Los ojos pueden ver con claridad
la belleza que existe en el mundo exterior,
la decadencia estética que acumula el ambiente
de ventanas adentro.
Puedo cerrar los párpados.
Pero ¿cómo desmonto sin romperla
la arquitectura frágil de mis paisajes íntimos?
He probado a dejar de perseguir
mis sueños imposibles
y a abrazar mis fracasos
-no sé lo que más duele...-
A domar mis impulsos.
A reducir mi sensibilidad
hasta llevarla al borde del letargo.
A dejar de apegarme a mis afectos.
A base de negarme
-ahora me doy cuenta-
apenas si palpito.
Si respiro.
Soy la sombra noctámbula
que en mitad de la noche más larga y más oscura
escribe versos tristes
Es el precio que pago
por ir sobreviviendo.