martes, 25 de mayo de 2021

Con M de milagro


Nunca llegué a pensar

que pudiese tener el infinito

a mí alcance, en la palma de mi mano,

pero sí imaginaba que atesoraba en ella

las riendas de mi vida,

a pesar de que estaba

sobre su piel escrito con una línea tenue

inexorablemente mi destino.


Quiero creer que todavía sigue

poblada, como antes, de inocencia

esta llanura mansa, por la que desliza

asemejando un río.


He malgastado el tiempo examinando

con atención su curso,

intentando saber qué significan

esos meandros suaves,

si sus bifurcaciones caprichosas,

tienden hacia al amor

o hacia la fortuna .


Hoy, si no tan ingenua,

sí debo ser más sabia,

por fin he de admitir que nada sé...


No he logrado leer en esos trazos

avisos de mis múltiples derrotas

o de mis decepciones,

ni adivinar a qué carta debiera

jugarme mi cariño.


Lo único evidente

 es esa eme inmensa que define 

nuestro sino fatídico de humanos.


Eme de miedo,

eme de miseria,

eme de muerte,

eme de materia

caduca y deleznable.


También, acaso, eme de milagro.


Porque prodigio es la inclinación

a continuar buscando alguna excusa

que nos haga soñar

 redenciones posibles

y aferrarnos

con pasión a la vida.


Negarnos a mirar

la línea que adelgaza,

mientras se va escurriendo sin sentirlo

hacia aquella sangría de los pulsos

donde acaban los sueños.