Cualquier
día de lluvia,
como
este,
sacaré
del altillo las maletas
y me
prepararé por fin para ese viaje
que no
tiene retorno.
Tiraré
tanto trasto acumulado
por
esos “ por si acaso” que nunca sucedieron,
hoy
solamente son como una muda
y
triste invitación a la nostalgia.
Miraré
bien por todos los rincones,
no sé
dónde
dejé las alas supersónicas
que
tejió la ilusión.
Pero
eso importa poco,
siempre
puedo
fabricarme
unas nuevas con retales
de
sueños incumplidos,
pegándolos
mezclando bien la rabia
con el
instinto de supervivencia.
Lo que
ya no es tan fácil
es
tratar de mudarse el esqueleto,
sacarse
la rutina anquilosada
que nos
ata a los miércoles de cine y palomitas,
a los
lunes de insomnio,
a los
jueves de brisca,
a los
sábados...,
cuesta
abandonar
los gestos y costumbres
que nos
hacen sentirnos un poco más serenos
y
menos desvalidos
en
medio de este mundo, que es una maraña
de
inseguridades.
Costar
cuesta...,
pero
sé que he de hacerlo
si no
quiero quedarme aquí atrapada
en este
limbo de los indecisos,
donde
aspirar el aire es ya una condena.
Cualquier
día de lluvia
y de
melancolía,
como este,
que no
esté tan cansada...