Mi idolatrado cuerpo, conocido
-eso creía yo- al que me ata
con cada vicio antiguo mi insensata
afición de apegarme a lo sabido.
Después de tanto tiempo compartido,
sentirlo, sangre y piel, es una grata
sensación, aun si a ratos me maltrata
su esqueleto de hueso dolorido.
Por eso ha resultado una sorpresa
mirarlo hoy con distancia, no sabía
que apenas, poco y mal, lo conocía.
Que solo es esa cáscara que apresa
un alma que viviendo se enriquece
mientras que él se arruina y envejece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario