Piedras, zarzas, cansancios...
y mucho desconcierto
es todo lo que hay
en mi hoja de ruta
¿ Dónde
encontraré otros pies ,
que sepan recorrer sin extraviarse
las sendas laberínticas
que no conducen a ninguna meta?
¿Cómo
les pediré a mis manos
que no hagan aprecio de las llagas
y no se cansen nunca
de recoger espinas ?
¿ Dónde
recostaré mi cuerpo abatanado
y hecho los embates de la vida,
que apenas ya si puede, a duras penas,
tirar más de su alma?
¿ Cuándo
decidirá, la terca, desprenderse
del gravoso zurrón de las ausencias,
que añade a cada paso el peso insoportable
de un nuevo pesar …?
En el largo camino que lleva hacia el crepúsculo
todo,
incluso lo que amamos,
se nos vuelve un gravamen.
Solo
el dulzor de esa bruma arropada en olvido,
que suaviza el paisaje y embellece el recuerdo,
es alivio en los ojos y serena el espíritu
cuando muere la tarde.
Cuando vivir se vuelve
el viejo vicio absurdo
de respirar
y andar hacia adelante.
De acumular preguntas
que no tienen respuesta.