Nunca llegué a decir
aquello que pugnaba por decirse,
temía no encontrar
las palabras precisas
y que se me desbordasen por la voz
todos los sentimientos.
Pero a ti y a mí
jamás nos resultaron necesarias
largas conversaciones filosóficas
ni pláticas intensas
Sabíamos
poner en resonancia el corazón,
tocarnos con los ojos
y entendernos.
Solo que aquella vez
dolía,
tanto,
tanto
el diálogo visual ...
Quemaba como un fuego
de dimensiones cósmicas la íntima certeza
de que aquel adiós
era el definitivo.
Media vida
le hubiese ofrecido yo al diablo
porque fuese tan solo un “hasta luego”.
*****
El brillo en las miradas
era pura elocuencia
y húmeda caricia,
hablaba de un amor inabarcable,
de esos que no logran limitar
el espacio ni el tiempo.
Tú y yo,
entristecidos,
callábamos, sin más...
Mientras un aire cómplice y ardiente,
temblaba y procuraba dejarnos respirar
sin ser inoportuno.
Sin profanar, tampoco él, los tules
piadosos del silencio.