lunes, 8 de septiembre de 2025

Mudez



Siempre quise decir.


Usar la lengua

para tallar con mimo la llaga incandescente,

tan feraz, que me habita

y esculpir la palabra perfecta, que declare,

en verdad, lo que siento.


Duele vaciarse así,

con tanta saña.


Y todavía más lastima el comprobar

que muy pocos escuchan.


Y aún menos entienden.


En la Edad del Estruendo¿ qué oído está dispuesto

a poner atención en sutilezas?


Porque decir

nunca fue para mí solo una opción,

sino algo perentorio,

necesito decir...


Pero comprendo lo poco que me renta

el infectar con mi locuicidad

la pulcritud del aire.


Que ha llegado el momento

en que toca rendirse a lo evidente

y, ante esta epidemia de sordera,

elegir la mudez.


Aunque me ahogue,

con mi propio y avinagrado vómito

de palabras nonatas,

lo mejor es callarme.



Lluvia ácida


 



Era tan placentero el escuchar

 el canturreo alegre de la lluvia,

acurrucada, allí,

a tu costado,

y dejarse llevar por su cadencia,

suavemente,

por rutas

de oníricos paisajes.


Nunca he vuelto a sentir esa envolvente

y grata sensación de dulcedumbre.


Ahora que, sin ti, la soledad

inficiona el ambiente,

la lluvia solo es letanía irritante

que despierta y afila

mis aristas más grises.


Su sonido monótono no logra

disipar el runrún recalcitrante

del silencio más ácido

y más devastador.


Ese que nos atruena

porque nos crece dentro.