sábado, 20 de agosto de 2022

Bienaventurados los mudos.

 


Podría hablar

de la gracilidad de las libélulas,

cuando ensayan los pasos

de su etéreo ballet de junco en junco,

de cómo las envuelve en un halo de hechizo

 ese rayo de Sol de  media tarde

o de cómo se irisa

el agua del estanque al contemplarlas.


De cómo acaba alguna

en la lengua de un sapo.


Son cosas que suceden

a la vista de todos

sin que nadie las vea.


¿Pero a quién le interesan maravillas o dramas

que ocurran en silencio?


Hoy solo se oye el ruido

y el mundo está agotado

de pasear los ojos de hecatombe a hecatombe

y hasta a juicio final

si es que ya toca...


No queda quien escuche

la canción que celebre esos milagros mínimos

 dde gentileza y dicha  que aún nos quedan.


El resto solo es furia,

mejor es no airearla.


Conque ahogo mis gritos

en las simas oscuras de mi vientre.


Y me encierro en mí misma.


Y enmudezco.