Duele vivir.
Y da pavor no hacerlo...
Respirar, aunque ya no esté la rosa
por regalarnos su mejor fragancia ,
se ha vuelto para el pecho una costumbre.
Y no hay corazón que no desee
presenciar con placer cómo se rinde
el rigor del invierno y sin recato
reverdece una nueva primavera.
Toca reconciliarse con la vida,
buscar esperanzado en la textura
del alba algún acento cristalino,
capaz de devolverle el brillo al aire.
Y aprender a exprimirle a tu sollozo
incandescentes rimas cada noche.