No es
tan complicado
ni tan inasumible,
después
de todo
hay que
sobrevivir.
Se
trata solamente
de ir
mimetizándose
con el
entorno sólido y agreste
Ser
dura con las piedras
y
glacial con el frío,
airada
con el viento,
salobre
con la sal...
Adiestrar
bien la piel
en el
arte de ser un solar desahuciado
donde
medra a placer la indiferencia.
Aprender
a asfixiar tus emociones
bajo
una espesa capa de silencio,
hasta
que poco a poco ya nada te perturbe
y
puedas contemplar los seres y las cosas
desde
la lejanía.
Lo
difícil
es lo
que viene luego,
sentarse
a contemplar ocasos invernales
e
intentar recordar
cómo
era aquello...
lo de
sentirse humano.
Lo del
tiempo insalubre,
alocado
y magnífico
en que
aún conseguías ser feliz un instante .
Aquel
en el que eras
un
temblor sensitivo.
En que
toda tu vida
pendía de un “ Te quiero”.