La vida no se anda conmigo con halagos
y, en una extraña suerte de juego de la oca,
ando de pena en pena, tiro porque me toca
doblar mi cargamento de duelos y de estragos.
No sé si blasfemar o mejor darme al vino
y ponerme a cantar coplas por soleares,
aunque puede que acabe después llorando a mares
y maldiciendo a voces mi inhóspito destino.
Luego recapacito y, puestos a echar cuentas,
aunque sé que hay algunas que son muy fraudulentas,
también en algún lance salí mejor parada.
No siempre fui feliz, pero, en mis estrecheces,
celebro el estar viva, pues compensa con creces
poder sentirse a ratos inmensamente amada.