Tocaba
ya.
A veces
es preciso
el
recapitular,
volver
sin miedo
a
recordar los versos del poema
que ha
sido nuestra vida,
aunque
nos duela tanto
reconocer
sus rimas disonantes
y su
mediocridad.
Que
nunca hubo
en sus
amaneceres un destello
publicitando
la promesa ilusa
de la
felicidad, por el que andarse
malgastando
en metáforas.
Ni en
sus noches de Luna un ruin pretexto
para
intentar un ripio bochornoso
sin
sonrojarse, acaso
aquel
tan socorrido
de
noche con derroche...
Por no
decir este que nos titila
como
estrella en la punta de la lengua
de
fulgor con amor...
Hay que
mirar de frente
y
glosar ,sin abuso de hipérboles ociosas
ni
epítetos gloriosos,
su
paisaje agostado por las pérdidas
Hay que
atreverse a ver
que
todo ha sido un irse desangrando
en
aliteraciones
desastre
tras desastre
que a
pesar de ser campo de derrotas,
solar
de los quebrantos,
ahí
es donde medran
y en
silencio florecen las gestas más heroicas.
Mi
escueta circunstancia
es toda
una epopeya
y
,aunque escrita en prosa,
esta
es, sin más, mi vida.
Y solo
tengo esta.
Hay
que obligarse a ver
con los
ojos nublados por las lágrimas
la
chispa de belleza que destila
por los
cuatro costados la férrea arquitectura
de su
fragilidad.
Hay que
aprender a amarla sin reparos
aun
incluso a pesar
de
todos los pesares.
Hay que
unir
nuestra
voz a la brisa y atreverse
a ser
su pregonera.
Hay que
entonar la oda deslumbrada
por el
asombro ante prodigio efímero
de su
mera existencia hasta que nos alcance
el
pulso y el aliento.
Mientras
quede
una
sola palabra en nuestros labios
que
violentar a golpe de fervor,
de
autenticidad,
de
descaro, de loco atrevimiento...
...de
aceptación, incluso.
O más
allá,
de
inútil rebeldía.