Un pálido paisaje
con un frondoso bosque de recuerdos,
dulcemente agrisados,
y un prado que malvive hoy a la sombra
de un pasado esplendor,
donde nada florece
desde Mayo hasta Abril.
Eso es lo que se ve tras la ventana
de esta casa vieja que se obstina
en mantenerse en pie
y en conservar
su antigua dignidad.
Lo mismo que su dueña.
Lo cierto es que resulta
un ejercicio ingente de tesón
y voluntad heroica,
porque ¿a quién le apetece
peinarse con esmero,
sacudir las alfombras,
pintarse de carmín los labios mustios,
y limpiar los cristales
-por más que ayer llovió-
cuando nadie te ve...?
Cuando a nadie se espera.
Qué densidad adquieren los silencios
cuando nunca los rompe
el gorjeo de un pájaro,
la risa de algún niño,
dos voces que discrepan...
Habito en un paraje solitario,
que poco a poco adquiere los matices
del lánguido color de la tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario