No me importa,
lo cierto
es que, aunque haya veces que proclame
que sí,
no me interesa
lo que pase en el mundo,
que se pare o que gire
que llueva o que se sequen todos los manantiales,
que se evapore el aire o que el Sol ya no alumbre,
no me importa.
A qué vivir en vilo
pendiente de si es todo
el mismo absurdo, idéntica incongruencia
carente de sentido, cuando yo
no he de poder cambiarlo.
Solo puedo sufrirlo
con espíritu estoico,
como aquel que contempla una mala película
desde la lejanía.
Si pudiera sentirlo
a través del murmullo amedrentado
del agua del torrente,
del tembor en la hierba, de la angustia que late
en el canto del pájaro,
acaso consiguiera percibir
esos presentimientos inquietantes
y unirme a su congoja.
Pero es que soy un ser que sobrevive
a base de ignorar lo que le duele...
Y de ir conjugando
el presente imperfecto, tan pródigo en urgencias,
que ordena cada día.
Total, si he de morirme...
es mi destino,
lo mismo que el de todo lo que medra.
Y quizás que colapse
es lo que trajo escrito el universo
en su código fuente.
Que después se reinicie
y todo acabe siendo
algo menos brutal e incoherente.
O que no...
Poco importa.
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