A menta y a licor de hierbabuena
suelen oler los besos en los que me derrocho
en noches alunadas.
A pan recién cocido
procuro que recuerden los aromas
que desprenden mis manos.
Y en mi piel se confunden
el fragante rumor de mi sangre impulsiva
y el jabón de lavanda.
Lo que ya no sé bien
es el motivo por el que a veces huele
mi pecho
a petricor.
Será que es tierra virgen
en cuyo vientre cálido anidan las semillas
de tantos sentimientos
y tantas esperanzas indomables …
Y que solo florecen
en todo su esplendor si son regados
con su ración de lágrimas.
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