Pesan
cada vez más los años.
Ese andar renqueante,
esta memoria flaca,
que apenas si recuerda ya la letra
de la canción antigua que te viene a los labios...
Esta extraña dulzura
que anega el corazón...
La vida no perdona,
siempre deja
su marca a sangre y luz sobre nosotros.
No es que duelan los huesos
ni que angustie
tener que contemplar en los espejos
cómo se desdibuja la hermosura
ni que aflija el derroche
de tantos buenos días
perdidos.
Atormenta,
más que nada, saber que creíste elegir,
que no fuiste capaz
de vislumbrar a tiempo la verdad,
que nadie
es en verdad tan libre como piensa.
Que solemos jugar con una mano
amarrada a la espalda
y de cartas trucadas, casi siempre,
se vale la existencia,
Resistir,
resistirse
a sentirte vencida,
se convierte en tu última victoria.
Y no dejar que opaque
el brillo en tu mirada la tristeza.
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