Ya no cantan los pájaros.
Ya no llega la alondra mañanera
a pregonar la luz en mi ventana.
El verderón, que en tiempos me enseñó
la delicada ligereza lírica
que conviene a poema,
ya no encuentra en la rosa de los vientos
la dirección exacta
para llegar al nido que de espinas y pétalos
trenzó en mi rosal.
Y al jilguero de timbre entelerido,
cuya cadencia tierna le marcó
el ritmo al corazón,
lo ha ido enmudeciendo
el cansancio
- y acaso la prudencia...-
Ni siquiera se ven en el cielo ya garzas
de alba estela silente, que anticipen
alguna primavera.
Ahora
los pájaros me habitan.
De todos los plumajes y clamores,
son una Torre de Babel del trino,
entonan para mí,
y solo para mí,
todos a una,
su algarabía atroz de voces angustiadas,
diferentes,
vibrantes...
e inconexas.
Toca aprender
a bailar a ese aire e intentar descifrar
qué virtud cabalística se oculta
tras de su desatino,
con cuya sinrazón hasta podría
enloquecer cualquiera.
Ya no cantan los pájaros
Hoy los pájaros viven,
todos juntos,
revueltos,
dentro de mi cabeza.
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