Ahora
hay una extraña calma,
semejante
a aquella que dicen que precede
a las grandes tormentas.
Se diría,
que el corazón lo intuye
y se niega
a latir
-ni ¿para qué?-
como si doblegado bajo el peso
de un cansancio infinito
desistiese
del vicio de seguir con su tozudo
renquear palpitante
y malgastar así
sus ya menguantes fuerzas.
Mejor abandonarse
aceptar
que ya está amortizado,
asumir
su propia decadencia
En su desesperanza,
la quietud no parece una opción desdeñable.
Si él lo siente así,
a mí solo me queda aguardar que se abra
esa ultima puerta
Inesperadamente
una canción dulcísima se encarama a los labios,
será por la costumbre
de hacer de todo música,
y alienarme
envuelta en su rebozo,
será porque quisiera
se este modo tan mío despedirme
y al tiempo dar las gracias
por este don magnifico que nunca he merecido,
antes de que la voz de aire y agua
que me habita se calle.
Antes de sumergirme en el silencio
eterno que me espera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario