miércoles, 20 de diciembre de 2017

Raso creciente

Fue al oír el fragor de mi ardedura
que se volvió mi pena rumorosa
y despertó el instinto de la rosa
sobre mi piedra dura.

Qué bienventuranza
fue ver como escribía aquel libelo
en contra de que fuera el desconsuelo
el único adalid de mi esperanza.

Lo dejo yo manar hasta que aliente
la intrepidez del pétalo apocado
a ser raso creciente.

Porque quién teme al frío
si sabe que vencido y coagulado
lo ha de volver su aliento caricias de rocío.









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