Reír es su artificio.
Y hacerse desear, su pecado venial,
exento de malicia
o mixtificación .
Danza
porque quiere seguirle el juego al aire,
que este anochecer tibio de agosto
acude a provocarla
empapado de música y olores.
Ondulación meciéndose en la brisa,
su larga cabellera
atrapa los reflejos de la luz que sucumbe.
El aire se enamora de las dunas
que dibuja su cuerpo.
Y ella lo sabe.
Emplea
sus armas de mujer con eficacia,
no hay un solo capricho
que no pueda lograr.
Cuando suspira,
su aliento embriagador incendia el viento.
Ruégales a los dioses
que de tu corazón no sienta antojo.
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