En esta
tarde tórrida de estío
no hay
loco que se atreva
a
fabular que ocurra algún milagro .
Por
suerte los portentos no tienen la costumbre
de
andarse pregonando ni de pedir permiso.
Nievan,
en la
vasta aridez de mi estepa de Agosto
enjambres
de vilanos,
danzan
como
ligeras plumas color del arco iris
que son
clara evidencia de que existen
los
ángeles caídos.
Teniendo
compasión de sus calimas
suenan
un coro
de violines que convocan la lluvia;
recuerdan
vagamente la voz de las cigarras,
los
conjuros sagrados de las musas,
el
canto de esperanza de la hierba
cuando
crece callada
bajo
tus pies ,
el
ritmo
de tu
desfallecido corazón.
La sed
se ha apoderado del paisaje.
Todo en
el mundo sueña entre suspiros
con
aquella estación fría y austera
en que
de la humedad nadie hizo aprecio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario