Nos
movemos tú y yo sobre las claves
gélidas
y perpetuas del mutismo,
por no
mirar en torno me ensimismo,
tú en
la reserva buscas tus enclaves
En
nuestro nido ya no quedan aves
que nos
canten al alba, un fatalismo
nos
impulsa a no hablar sobre lo mismo
sin
quemar en la huida nuestras naves
Y sin
embargo, en noches de naufragios
en que
la magnitud de los presagios
nos
hace imprescindible un asidero,
nuestras
almas encuentran su fiadura
en la
carne del otro hecha ternura
y el
silencio se quiebra en un te quiero
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