Se
apagaron los colores
con que
en tiempos escribía,
clara
luz del mediodía
engalanada
de amores.
Ya ni
siquiera las flores
me
sirven de inspiración,
canto,
en mala imitación
del
viento, desmadejados
versos
que traen los recados
más
tristes del corazón.
Corazón
que apenas late
porque
la vida le obliga
a que
cada día siga
nutriendo
su disparate.
No le
sirve de acicate
soñar
ninguna utopía,
ya solo
siente empatía
su voz
por el argumento
que
abona cualquier momento
de vaga
melancolía.
Melancolía
ladina
derramando
suavidades
cargadas
de ambigüedades
y
rastros de anfetamina.
Costumbre
que se incardina
de
dejar anestesiada
el alma
en cada jornada
y
pendiente del fulgor
difuso
y premonitor
con que
se anuncia la nada.
La
Nada, esa rendición
que se
ofrece tentadora
para
timar a la hora
fatal
de la redención.
Descansar
tras la ficción
de su
paz no es mi destino,
por
eso ,tenaz ,afino
mi voz
, por ver si es que aguanta
mi
maltratada garganta
el reto
de un nuevo trino.
Un
nuevo trino impregnado
de
contagiosa alegría,
que
enmascare la agonía
de un
latido desahuciado.
Un
gorjeo ilusionado,
y
enfervorecido quiero
este mi
trino postrero,
que
publique con pasión
su
incombustible ilusión
como si
fuera el primero.
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