Lo siento, no me gusta
el oficio oficioso de ser correveidile
de las malas noticias,
pero mucho me temo que tengo que anunciarles
a los hipocondriácos del espíritu
que aún no han inventado
tiritas para el alma.
Y ya me gustaría...
Aquí, quién más , quién menos,
no hay nadie que no esté muy bien llorado
y quien no se conozca los salitres
de todas sus heridas.
A veces con la ayuda
de algún licor con hielo
y otras embriagándose con unos cuantos tragos
de suave poesía, envenenada
por la pasión salvaje ,
todos intentan ir recomponiendose
y seguir con su vida como pueden.
Y sé lo que me digo...
Soy ese ser doliente que palpita
porque a diario consiente en medir con su dedo
la hondura de su llaga.
Allí dónde reside
la verdad más extrema,
la que ni tan siquiera consigue enmascararse
a base de metáforas.
Solo puedes salvarte y redimirte
haciendo tu armadura
de tu fragilidad,
mostrándote al desnudo sin sonrojo,
convirtiendo tus múltiples miserias
en tus mejores armas.
Admitiendo que nunca
has tenido al alcance de tu mano
gustarle a todo el mundo,
aceptando que eres lo que eres,
otro mono lampiño , parlanchín y curioso,
reidor y desnortado ...
perfectible.
Sencillamente humano ,
tallado en roca viva,
es decir ,
feroz y resiliente sin fisuras
y a la vez sensitivo
y extraordinariamente vulnerable.
Que atesora en secreto en su adeene
la fórmula perfecta de las lágrimas.
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