Siento una llaga urente y no consigo
exprimirle el dolor que la alimenta
ni que amaine el fervor con el que intenta
mañana, tarde y noche estar conmigo.
Con tal de soportarla, hasta me digo
que nunca hay mal que un bien no traiga a cuenta,
que su marchamo rojo me ornamenta,
igual que una amapola sobre el trigo.
Porque luce encendida sobre el pecho
su condecoración , que así proclama
en silencio el motivo mi vida.
Habré de acostumbrarme, pues sospecho
que tal es el destino del que ama.
Y el bendecir la gracia de esa herida .
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