Regreso por sanar al vasto espacio
dentro de mí, recóndito y silente
donde todo el dolor, calladamente,
ha ido madurando muy despacio.
Yo sé que el llanto puede ser reacio
a brotar, pues un nudo transparente
se aferra a mi garganta, intransigente
con un pluvial anhelo que no sacio.
Todo es cuestión de cultivar paciencia
dándole tiempo al tiempo, que consigue
ordeñarle a la nube su aguacero.
Y al pecho, libre ya de su impotencia,
obliga a que en el aire desperdigue
tanto y tanto suspiro prisionero.
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