Nada hay que extrañe en esta vida en ruinas.
Solo echo en falta el mar, esos rumores
preñados de secretos turbadores
que murmuran las voces submarinas.
Poder tumbarme en las arenas finas
de una playa desierta y, sin rubores,
permitir que con dedos seductores
me acaricien las olas bailarinas.
Y olvidar de una vez la omnipresente
sensación infinita de grisura
que me envuelve y asfixia mi presente.
Comprobar como sigue siendo el cielo
terso y azul y absorta en su hermosura
soñar que soy gaviota y alzo el vuelo.
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